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Me despidieron a los 65 años, y ahora, ¿quién podrá defenderme?

Paul Tasner era director de operaciones de una empresa de productos de consumo en San Francisco. Un día viernes por la tarde, un poco antes de la Navidad del 2009 lo llamaron a una reunión para despedirlo. Había trabajado 40 años como empleado. Esta historia que veo repetida incluso en gente más joven en Latinoamérica llamó mi atención: el dolor de la gente que es despedida, los difíciles momentos, el sentirse viejo y el miedo de no volver a ser contratado.

Luego del impacto inicial, Paul decidió emprender, sí, leyó bien, a sus 64 años de ese entonces, se dio a la tarea de pensar en la creación de su propia Startup. Había trabajado en diversas empresas, grandes y pequeñas, por lo que había construido una buena red de contactos. Además, era ingeniero en fabricación y envasado, y gracias a ello, forjó una importante experiencia en ese rubro.

Su decisión fue emprender en ese mismo mercado, pero enfocándose en envases biodegradables. “Quería construir mi propio negocio, diseñar y fabricar con residuos embalajes biodegradables, con papel y residuos agrícolas e incluso textiles, reemplazando los tóxicos envases de plástico desechables a los que nos hemos vuelto adictos”, cuenta en su charla Ted.

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De acuerdo con un censo en Estados Unidos, se estima que en el año 2050 en aquel país habrá 84 millones de mayores, casi el doble que en la actualidad. “¿Imaginan cuántos nuevos emprendedores habrá en esos 84 millones de personas? Y lo mejor es que ellos tendrán más de 40 años de experiencia”.

Esa frase graciosa también se aplica a nuestra Latinoamérica. ¿A cuántos adultos mayores estamos dejando fuera del mundo laboral? Son personas con mucha experiencia y que aún pueden aportar talento en la creación de nuevas empresas.

“Si uno va en busca de financiamiento, por lo general compite contra gente muy joven de la industria de alta tecnología, algo que puede ser muy desalentador e intimidante. Tengo zapatos más viejos que la mayoría de esas personas”, agregó Tasner al referirse a la búsqueda de financiamiento.

Según Paul, la idea de crear un modelo de negocio que fuera atractivo para las compañías y ofreciera una solución para el grave problema de contaminación y basura en el planeta, nació de su experiencia en ingeniería y de su pasión por el medioambiente. Pero el modelo de negocio requería mucha inversión. De tal manera que tiempo después de haber sido despedido de la empresa, Tasner contactó a la arquitecta Elena Olivari, dedicada a la sostenibilidad, y ambos fundaron PulpWorks con una inversión inicial de 25 mil dólares, que usaron para crear el primer prototipo.

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Con esa inversión se presentaron a varias competencias de emprendimiento, ganando reputación, visibilidad y premios en dinero. Incluso ganaron el premio del Programa Ambiental de las Naciones Unidas en el 2017.

Una de sus patentes es un material alternativo de plástico conocido como Karta-Pack, el cual reemplaza el blíster de plástico tóxico, peligroso y ubicuo de ciertas envolturas, por fibra de bambú comprimida. En este camino, lograron levantar 17 millones de dólares a fin de construir la fábrica para Karta-Pack.

Hoy la empresa vende millones de dólares y se ha posicionado en este importante mercado. En mis libros, suelo dar principalmente ejemplos latinoamericanos, pero este caso lo destaco por los patrones que identificamos en la creación del emprendimiento.

Primero que todo, me pregunto: ¿quién soy?, ¿qué sé? y ¿a quién conozco? En varias oportunidades, me ha tocado conversar con personas que quieren crear aplicaciones. Me contactan, nos tomamos un café y expresan la gran idea de crear una App para restaurantes o una App para evitar las filas en los Bancos.

No quiero que me malentiendan y piensen que creo que son malas ideas, el problema de estos emprendimientos es que las personas que llegan con estos proyectos en mente no tienen ningún activo que les permita construir una solución, no tienen ventajas sobre las que uno pueda construir un emprendimiento.

En el caso de la idea de la App de restaurantes, la mayoría de las veces, el único conocimiento que tienen los creativos de ese mercado es que una o dos veces a la semana van a algunos restaurantes, no son programadores ni conocen gente del rubro. Existen, eso sí, casos excepcionales que no siguen los patrones, donde personas le han dado “el palo al gato” sin contar con activos relevantes, se han centrado en un dolor y han desarrollado una innovación, pero créame, son los menos.

En este caso, Paul Tasner creó su emprendimiento basado en un activo relevante, su conocimiento del mercado y la fabricación de envases. Asimismo, se centró en un dolor, que es la preocupación por el medioambiente, que además de estar de moda, es un tema sobre el que debemos actuar con la mayor urgencia. También conocía a personas importantes del rubro, gracias a sus 40 años de experiencia en el mercado. Y bueno, estaba en San Francisco, la cuna del capital de riesgo, donde logró levantar los 17 millones de dólares para crear su fábrica. Salvo este último punto en el que estamos muy al debe en Latinoamérica, los otros patrones son identificables y replicables para cuando decidamos crear nuestros emprendimientos e innovaciones.

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También es un llamado de atención a las empresas, Startups, incubadoras y aceleradoras de negocio, para confiar en el talento de la gente mayor. Sus conexiones y conocimiento son muy valiosos para la creación de innovaciones. Conectar ese conocimiento con nuevas técnicas y tecnologías, nos permitirá crear nuevos servicios. Es clave tener ambientes y espacios donde la diversidad sea un patrón.

Es vital acercar la tecnología a los adultos mayores, con explicaciones más accesibles y entendiendo que ellos son nativos digitales, pero una vez que aprenden, te darán hermosas sorpresas, como la que recibí hace un par de Navidades atrás de parte de mi padre de 80 años, quien me envió una fotografía por WhatsApp trabajando de Papá Noel.

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